Existe un dicho popular que lamenta que, hace 20 años, teníamos a Steve Jobs, Bob Hope y Johnny Cash y ahora no tenemos ni ‘jobs’, ni ‘hope’, ni ‘cash’ —en español ‘trabajos’, ‘esperanza’ y ‘dinero’—. Un chiste fácil para los angloparlantes que siempre me ha resonado por la cabeza.
Fuera del chascarrillo, Steve Jobs, famoso en el mundo entero por ser la mente detrás de la creación del iPhone, nos dejó hace hoy exactamente doce años. Y lo cierto es que más de una década después de su fallecimiento, este genio de la tecnología todavía es un referente para emprendedores y empresarios y su legado sigue siendo difícil de superar.
Su vida estuvo marcada por ser uno de los cofundadores de la empresa tecnológica Apple junto con Steve Wozniak y Ronald Wayne. Pero también por su adopción al nacer en 1955, ya que su madre biológica inicialmente no quiso que sus padres le adoptaran por no tener una carrera universitaria, pero cambió de opinión cuando estos le prometieron que el pequeño iría a la Universidad…
Sus primeros años: el aprendizaje
Como digo, la madre biológica de Jobs quería que su hijo fuera a la Universidad y lo puso como condición en la adopción. Los padres adoptivos del futuro empresario eran una familia de trabajadores, sin grandes ahorros, así que se gastaron todo lo que tenían en la matrícula de universitaria del joven.
Poco después, Jobs se encontró en una encrucijada en la que no encontraba sentido a dilapidar los ahorros de sus padres de aquella manera y decidió abandonar. Así lo contó él mismo en su famoso discurso de 2005 en la Universidad de Stanford:
Me retiré del Reed College a los 6 meses de iniciar los estudios, pero seguí asistiendo de modo intermitente a clases durante otros 18 meses más antes de abandonar. ¿Por qué lo dejé? Todo empezó antes de nacer. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba dispuesto para que al nacer me adoptaran un abogado y su esposa. Sin embargo, cuando nací se dieron cuenta en el último minuto de que en realidad deseaban una niña. De ese modo mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en mitad de la noche preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos contestaron: “Por supuesto”. Cuando mi madre biológica descubrió que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía estudios, se negó a firmar los papeles definitivos de la adopción. Solo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres le prometieron que, llegado el momento, yo iría a la universidad.
Y a los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente escogí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, se fueron en abonar la matrícula. Seis meses después, yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabía si la universidad me ayudaría a descubrirlo. Y ahí estaba yo gastándome todo el dinero que mis padres habían ahorrado a lo largo de toda su vida. Decidí dejarlo y confiar en que todo iba a salir bien. Ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que he tomado nunca. Al dejar los estudios, pude prescindir de las clases obligatorias que no me interesaban y empecé a frecuentar con asiduidad las que sí consideraba interesantes.
Durante los siguientes años, se tuvo que conformar con dormir en el suelo de las habitaciones de sus amigos y “devolver botellas de Coca Cola a los depósitos para contar con los 5 centavos para comprar comida”, relataba Jobs, añadiendo que “todos los domingos por la noche caminaba once kilómetros para atravesar la ciudad y disfrutar de una comida decente a la semana en el templo Hare Krishna”, pero reconociendo que aquello le gustaba.
Como no estaba matriculado, Jobs se colaba en las clases que le interesaban: “En esa época Reed College ofrecía la que posiblemente era la mejor formación en caligrafía de todo el país. Cada cartel, cada etiqueta de cualquier cajón de la universidad estaban bellamente escritos en caligrafía a mano. Como había abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía. Aprendí sobre tipografías con serif y sin serif, sobre las variaciones en la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, sobre lo que hace grande a la tipografía. Era hermoso, histórico y de una sutileza artística que la ciencia no es capaz de capturar, y lo encontré fascinante”.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en la vida de Jobs, pero resultó ser una de esas cosas que te marcan para siempre. “Diez años más tarde, cuando estábamos diseñando el primer ordenador Macintosh, todo esto encontró su sentido. Y lo diseñamos dentro del Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía. Si no hubiera asistido a ese curso en la universidad, el Mac nunca habría tenido las tipografías múltiples o unas fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows copió a Mac, es probable que no las tuviera ningún ordenador personal”, explicaba el empresario en Stanford.
Sus inicios como empresario: la creación de Apple
La empresa empezó en el garaje de los padres de Jobs cuando este tenía solo 20 años. En una década pasaron de eso a ser una compañía internacional de más de 4.000 empleados valorada en 2.000 millones de dólares.
Su primer producto, el ordenador Apple I, se comercializó el 1 de abril de 1976. Contaba con un microprocesador y puertos para conectar un teclado y un monitor y se mostró por primera vez en el club informático Homebrew Computer Club. Tras captar la atención de los asistentes, Jobs vio una oportunidad de negocio para promocionar el ordenador entre los aficionados a la informática y tiendas de electrónica digital. Hecho a mano por Wozniak, su precio era de 666,66 dólares y solo se fabricaron 200 unidades.
Un año después de lanzar el Macintosh, Jobs cumplió 30 años… y fue despedido. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que tú mismo has iniciado? Él lo explica así durante su discurso en la Universidad de Stanford: “Conforme Apple crecía, contratamos a alguien que yo pensaba que tenía mucho talento para llevar conmigo la empresa y durante el primer año aproximadamente las cosas fueron bien. Pero después nuestra visión sobre el futuro empezó a divergir y finalmente tuvimos una discusión. Cuando esto pasó, el Consejo de Administración se puso de su lado y yo me quedé fuera”.
“Fue devastador, durante algunos meses no supe qué hacer […] Yo era un fracaso muy público e incluso pensé en huir del valle [Silicon Valley]”, recuerda Jobs. Sin embargo, su amor hacia lo que había logrado todavía seguía ahí, así que decidió empezar de nuevo. “No lo vi entonces, pero resultó que haber sido despedido de Apple fue lo mejor que me podía haber pasado”, reconoce.
Durante los siguientes cinco años se convirtió de nuevo en un ‘principiante’ y como emprendedor montó una compañía llamada NeXT y compró Pixar y la hizo líder en animación digital, ya que creó el primer largometraje del mundo animado por ordenador —Toy Story—.
Finalmente, en un giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT y Jobs volvió a la compañía de la manzana. El empresario afirma que “la tecnología que desarrollaron en NeXT fue el corazón del renacimiento de Apple”.
“Estoy bastante seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple”.
“A veces la vida te golpeará en la cabeza con un ladrillo. No pierdas la esperanza. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo a flote fue que amaba lo que hacía. Tienes que encontrar lo que amas, y eso es tan verdad para el trabajo como lo es para tu pareja. Tu trabajo va a llenar una parte muy grande de tu vida y la única manera de estar realmente satisfecho es hacer lo que crees que es un buen trabajo. Y la única manera de hacer un buen trabajo es amar lo que haces. Si no lo has encontrado aún, sigue buscando. Y no te conformes. Como todos los asuntos del corazón, lo sabrás cuando lo encuentres y, como toda buena relación, se vuelve cada vez mejor conforme pasan los años”, concluye Jobs.
La madurez empresarial y la fama mundial de Apple
El éxito llegó un año después del lanzamiento de su primer producto. Con el Apple II, que ya empezó a fabricarse a gran escala. Después se consolidó con la línea de ordenadores personales Macintosh, que aparecieron en 1984.
El empresario siguió ‘rompiendo el mercado’ con otros grandes éxitos, como el reproductor de audio iPod en 2001, el primer iPhone en 2007 y el iPad original en 2010. Todos estos productos hicieron que Apple se posicionase como un referente y un líder entre los fabricantes de dispositivos tecnológicos, lugar que aún mantiene después de 20 años.
Jobs falleció en 2011 a los 56 años de edad víctima de un cáncer de páncreas que padecía desde hacía años. En agosto de ese mismo año dejó su puesto como director ejecutivo de la compañía tecnológica, cediendo el cargo a su sucesor, Tim Cook, quien ha liderado Apple desde entonces.
Así es como hablaba sobre la muerte en 2005:
Cuando tenía 17 años leí una cita que decía así: “Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. Me impresionó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro cada mañana en el espejo y me pregunto: “Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?”. Y siempre que la respuesta ha sido “no” durante varios días seguidos, he sabido que tenía que cambiar algo.
Recordar mi mortalidad constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones en mi vida. Porque casi todo —las expectativas externas, el orgullo, el temor a la vergüenza o al fracaso, etc.— desaparece a las puertas de la muerte, dejando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder.
La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así debe ser porque la muerte es posiblemente la mejor invención de la vida. Es el agente de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo lo nuevo sois vosotros, pero algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es la verdad. Vuestro tiempo es limitado, así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona.
¿Y qué pasa con el famoso jersey de cuello de cisne?
Si te imaginas a Jobs solo puedes visualizarlo vestido con su habitual atuendo de jersey de cuello alto negro, vaqueros y deportivas. Que tú y el resto de los mortales lo veáis en vuestra mente de la misma manera no es una casualidad: aquel era su uniforme.
Jobs siempre vestía igual, tanto en las presentaciones de producto de su compañía como en su día a días. En su biografía oficial, escrita por Walter Isaacson y publicada en 2011, el empresario cuenta que visitó las instalaciones de Sony en Japón y que allí todos los empleados llevaban la misma indumentaria.
Esta idea le gustó tanto que contactó con el diseñador de los uniformes de Sony, Issey Miyake, para que diseñara un chaleco para sus propios trabajadores. Pensó que usar el mismo atuendo corporativo ayudaría a los empleados de Apple a unirse. Sin embargo, la propuesta no cuajó entre las filas de la compañía -Jobs afirma incluso que le “abuchearon” por solo plantearlo-.
Pero él sí quería llevar un uniforme, así que le pidió a este diseñador que le confeccionara una gran remesa de jerséis de cuello alto de color negro. Miyake le hizo un centenar de ellos y Jobs le respondió: “Tengo suficiente para el resto de mi vida”.
¿Por qué el cuello alto negro? El cofundador de Apple creía que eran cómodos para cualquier tipo de situación y, además, también lo suficientemente sobrios como para comer con el presidente de Estados Unidos si se daba la ocasión. Jobs completó el uniforme con unos vaqueros Levi’s 501 y unas zapatillas New Balance 992.
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