Crítica: El final de ‘Merlí: Sapere Aude’ nos da mucho Apolo y poco barrio

El camino de Pol Rubio termina perdido por vericuetos filosofales muy bonitos, pero sin centrarse en lo sustancial

(Fuente: Movistar +)

Esta crítica se ha escrito tras ver el episodio final de ‘Merlí: Sapere Aude’ y no contiene spoilers.

La que escribe siempre tuvo una relación de amor-odio con Merlí. Donde la dinámica de la ficción era realista, tierna y honesta; su protagonista era, en una palabra, insoportable. Y mal profesor, por mucho que intentaran vendernos la moto con lo contrario. Y esta relación contradictoria se ha extendido a su spin-off, Merlí: Sapere Aude, que ha terminado compartiendo alguna de sus virtudes y sumando algunos defectos de cosecha propia. Momentos de una humanidad real y bellísima, engarzados en una serie que no logra quitarse de encima cierto aire impostado en esta segunda temporada.

Pol Rubio: de profesión, Apolo

Pol, ¡ay, Pol! Tu serie te quiere mucho, Carlos Cuevas. No vamos a negar que esta temporada lo pasa muy mal, que al chico se le acumulan los problemas y los disgustos. Al final del día, esto es una ficción sobre cómo se alcanza la madurez y ese es un camino que nunca viene sin baches. Pero tampoco vamos a fingir que el apodo que le pone su nuevo jefe no le va como anillo al dedo. Apolo es tan perfecto que da un poco de rabia. Queremos verle las costuras y la serie no nos deja. Y cuando parece que por fin lo va a hacer… siempre hay otra cosa que desvía su atención. Desde el primer al último episodio, tiene un caso severísimo de «personaje protagonista». Si Pol fuera una Paula, ya habría voces llamándola “Mary Sue”, que no queda tan imponente como que te comparen con el dios del sol. Las cosas como son.

Así el panorama, lo más interesante –a diferencia de la primera temporada- han sido sus familiares, sus amigos, sus jefes, sus compañeros de trabajo, sus enamorados y los viejos conocidos (aunque se olviden por completo e injustamente de Bruno Bergeron). La red que rodea al personaje de Carlos Cuevas toma más protagonismo, especialmente en el último episodio. Y debería haberlo hecho antes, porque tanto la serie original, como la ficción de Movistar+ ganan enteros cuando exploran las relaciones que se generan alrededor de su protagonista.

(Fuente: Movistar+)

Bolaño y Montoliu. Sapere Aude

En la temporada anterior, María Bolaño adolecía de parecerse demasiado a Merlí (Francesc Orella): irónica, descreída, convencida de poseer la verdad absoluta y un auténtico desastre en su vida personal. Esta segunda tanda de episodios le han limado las aristas, ha dejado de ser un “remedo de” y se ha convertido en un personaje mucho más redondo que ha dado, por fin, algo con lo que trabajar a María Pujalte. De hecho, se ha convertido en uno de los puntos fuertes de la ficción. Pujalte sabe cómo transmitir a la perfección la fragilidad de esta mujer complicada y un poco arisca.

Por su parte, Montoliu (Eva Martín) es una figura mucho más equilibrada que la de su compañera y sigue sirviendo de contrapunto perfecto. Seria, firme, más convencional que el personaje de Pujalte y el de Orella, sí; pero sin duda, una figura mucho más cercana a lo que uno quiere encontrar en un aula. Continúa en la misma línea hasta este último episodio, figura constante que nos reconcilia con los catedráticos del mundo. «Un maestro es un grato recuerdo», dice Bolaño en el último episodio. Y no le falta razón. Al final, más allá de Pol Rubio, Merlí: Sapere Aude también era una serie sobre la docencia. Sobre esas personas que se dedican a formar a las nuevas generaciones con la esperanza de que lo hagan un poco mejor que la anterior. Y en esta segunda tanda de episodios, en ese aspecto, se ha redimido un poco.

(Fuente: Movistar+)

Perdiendo la perspectiva

Esto me lleva al principal problema de la temporada: la serie pierde su afán de ser poética, de ser llamativa, de ser visualmente atractiva. Y se olvida de qué iba esto. Del barrio, de los estudiantes que deben hincar codos y a la vez buscar un trabajo para ayudar en casa. De pronto tenemos fiestas en la Universidad (pública, recordemos) que parecen sacadas de Élite, ambientadas en Versalles y con dj propio, ya no faltan a clase para irse a un bar de barrio, sino a una azotea con caché y la facultad se deja un dineral en comprar jamón del bueno para hacer un debate estudiantil (¡y con vajilla de pedigrí!). En Élite y en Gossip Girl convence porque era parte del juego desde el principio, pero aquí veníamos a otra cosa.

Y es especialmente doloroso porque las tramas estaban ahí, esperando a ser exploradas. El padre, Hacienda, la sobrecarga de la Sanidad, las dificultades de financiación de las Universidades… pero, claro, un banquete decadente siempre luce mucho más en pantalla.

Merlí. Sapere Aude’ está disponible en Movistar+.

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