La serie animada que adapta a golpe de episodios de una hora la obra de Robert Kirkman y Ryan Ottley tiene mucho que demostrar
Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘Invincible’ y no contiene spoilers.
El primer temor que se desliza tras la pantalla al comenzar a ver Invincible, la adaptación animada del cómic de superhéroes que estrena hoy Amazon Prime Video, es si la serie sobrevivirá a la duración de sus episodios, de casi una hora. Todo lo demás es malo conocido o bueno por conocer: diseños llamativos para movimientos no demasiado conseguidos, un planteamiento interesante dentro de un género masificado, algunos momentos de auténtico shock por otros tantos de violencia banal… El nuevo relato encapuchado de la plataforma no corre grandes riesgos, pero tampoco comete ningún error fatal.
La trama de la serie, que se ha estrenado con tres capítulos y lanzará uno más cada viernes hasta alcanzar los ocho, nace de un giro curioso: Mark Grayson, hijo de una mujer humana y un alienígena superpoderoso que protege la Tierra, vive una vida de estudiante común. Cuando está a punto de cumplir 18 años, comienza para él una segunda pubertad consistente en el desarrollo de unas habilidades extraordinarias que él ya había perdido toda esperanza de heredar. Esto significa la inversión de la semilla inmortal de la que emana toda la tradición fantástica: en el mundo de Mark, lo cotidiano es lo que desentona entre lo asombroso, que él ha encumbrado, a su vez, como lo normal.
La manifestación de sus poderes coloca a Mark en un doble brete: por un lado, aparecen en la historia las dinámicas habituales del cuento iniciático que esconden los superhéroes, basado en juguetear con la dificultad de esconder esa vida paralela a amigos y compañeros de clase, y por otro, el deseo del protagonista de encajar no entre las personas corrientes —a quienes tiene por menores—, sino en las filas de unos héroes con cuyas andanzas otros solo podrían soñar. Pero, pese a los más de cuarenta minutos que abarca cada episodio, el primer tercio de la serie no abunda en ese dilema bifronte. A Robert Kirkman, guionista del cómic que dibujó Ryan Ottley, ya un clásico moderno de la editorial norteamericana Image, y también productor ejecutivo de la serie, le interesa más la sangre.
Quizá se encuentre bajo la influencia de dos de los otros productores de Invincible: Seth Rogen y Evan Goldberg, la pérfida pareja que ha supervisado algunas de las aventuras más socarronas de la ficción reciente, de The Boys a Preacher, pasando por La fiesta de las salchichas. La comedia negra que despiden tanto la serie del Patriota como la del párroco encarnado por Dominic Cooper se encuentra también en Invincible, aunque muy diluida. Lo que sí se agarra a la animación comiquera con la misma fuerza que a The Boys es la violencia inclemente, explícita y ultraviscosa. Esta fiebre gore, una interpretación pop del principio «épater le bourgeois» muy propia de Rogen y Goldberg, irrumpe tras un primer episodio pacífico y ya no aminora la marcha.
Le quedan a Invincible muchas cosas por demostrar, empezando por la adecuada conciliación de toda esa sangre, tomada también del cómic, con la mesura televisiva que la serie demuestra tener controlada. Aunque mucho más extensas que las de cualquier propuesta animada de la parrilla actual, sus cápsulas administran bien un tempo tan comprometido con sus personajes como con los misterios que los ennegrecen. Queda por ver si el reparto de voces de lujo que Amazon a puesto en nómina para la ficción se honra con secundarios de verdadero calado, como apuntan a ser Atom Eve, superheroína y colega de Mark, o los padres del chico. También, hasta dónde podrá extenderse la disforia de una técnica plástica que destaca en las secuencias más espectaculares tanto como flojea en las escenas a pie de calle. En definitiva, a Invincible, como al mismo Mark, aún le está saliendo pelo en sitios donde antes no lo había.
Los tres primeros episodios de ‘Invincible’ están disponibles en Amazon Prime Video, con un nuevo episodio cada viernes.