De La Mujer Maravilla de Lynda Carter a la Bruja Escarlata: la evolución del traje superheroico

Las mallas del superhéroe dicen tanto del personaje como del momento en el que se ha creado.

(Fuente: Disney+)

Uno de los aspectos más definitorios de un superhéroe, más allá de poderes telequinéticos, invisibilidad, inteligencia superior a la media y demás habilidades que entraña el negocio de salvar el mundo, es su traje. Es su carta de presentación y también dice mucho de los espectadores y de la época en la que se ha creado el diseño. Sí, las mallas de los súper hablan tanto de ellos como de nosotros. Para prueba, un botón: los diseños de la Bruja Escarlata en su serie de Disney+ y de Falcon en Falcon y el Soldado de Invierno serían impensables en los noventa, por ejemplo.

Aquí hacemos un repaso de todos esos trajes que nos han traído hasta donde estamos. Porque en unos tiempos tan visuales como estos, un mal diseño de vestuario puede suponer la diferencia entre un gran éxito y una mirada condescendiente antes de pasar a otro superhéroe que te haga soñar más alto y mejor.

La inocencia de los primeros aros: salvando el mundo en pijama (y en bañador)

(Fuente: IMDB)

En las primeras series de acción real, allá por los 50 y los 60, los presupuestos no eran lo que son ahora y, sobre todo, el género no tenía la consideración que tiene ahora. Así, el pobre George Reeves llevaba con la mayor dignidad posible las mallas de un Superman –primero en blanco y negro y luego en color– con el logo kriptoniano bordado a mano: esto hablaba a gritos de lo inocente que era todavía el concepto televisivo de los superhéroes. ¿Un señor con mallas mal ajustadas que salva el mundo? Es para niños, nos lo creemos. Para más inri, el productor decidió que Reeves no estaba lo suficientemente definido para ser el Hombre de Acero y, a falta de dietas microbióticas, buenos son unos abdominales de pega para lucir un pecho palomo.

(Foto: IMDB)

En esta línea tenemos también al mítico Adam West con su spray espantatiburones, sus mallas grises y sus calzones de satén porque la comodidad no está reñida con el glamour. Como podemos ver aquí, todavía no se comprendía del todo que televisión y cómics eran medios completamente distintos, así que en defensa de la capucha con las cejas pintadas de West diremos que en las viñetas Batman vestía así y que si Alfred se encargaba de remendar el bat-traje, considerando los presupuestos, tampoco vamos a pedirle las mismas virguerías que al de Nolan.

(Fuente: IMDB)

La inocencia de estos años no está reñida con cierto machismo hasta en los productos con aspiraciones feministas. No olvidemos que los cómics por aquellos años estaban en su mayoría escritos y dibujados por señores, así que no es de extrañar que en uno de los trajes más icónicos, el de Wonder Woman en los 70, la comodidad de los atuendos de West y Reeves desapareciese. Lynda Carter hizo maravillas con un traje que básicamente era un bañador con bordados dorados sin tirantes. Así que nos inclinamos ante ti, Lynda: salvar el mundo, convertir el traje más incómodo del planeta en uno de los más recordados de la televisión y conseguir que, pese a la época y los centímetros de piel, lo que se recuerde de tu personaje es esa bondad que caracteriza a Diana. Eso no está al alcance de cualquiera.

(Fuente: IMDB)

Pero ojo, que por aquellos años en Marvel la cosa era todavía peor: nunca olvidaremos ese Bruce Banner (Bill Bixby) que se volvía Hulk a golpe de aerosol y de cambio de actor (cuenta con nosotros Lou Ferrigno “un Mississipi, dos Mississipis”); de las mallas colganderas de la versión de acción real de The Amazing Spiderman; o del casco con alitas a lo Astérix del Capitán América encarnado por Reb Brown. Lo del Spiderman japonés creado para Tokio Channel, es una prueba muy clara de que la cultura en la que se diseña un personaje no se puede ignorar a la hora de valorarlo: lo que aquí puede resultar absurdo con el aire a lo Power Ranger o el robot con forma de esfinge, era la forma que tuvieron de hacerlo suyo y de convertirlo en un gran éxito en Japón.

Los 90 y principios de los 2000: comenzaron acalorados y terminaron avergonzados

(Fuente: IMDB)

Ya en los 90 y regresando a DC nos encontramos con uno de los trajes que, pese a ser producto de su época, mejor han aguantado el paso del tiempo: el del Flash de John Wesley Shipp. Aquí se empieza a valorar ya la “credibilidad” del traje por encima de la fidelidad a las viñetas. Vamos, que Danny Bilson y Paul de Meo, los productores de la serie, decidieron que después del éxito que había tenido Warner Bros con el Batman de Tim Burton el superhéroe más veloz no podía llevar spandex. Al pobre hombre le pusieron una mezcla de látex y borra que quedaba muy bien en pantalla, pero daba un calor tremendo con el que acababa sudando a mares. Al final le hicieron un chaleco refrescante como el de los conductores de carreras solo para que no le diera un vahído a mitad de rodaje.

(Fuente: IMDB)

De estos años es también el icónico traje de Superman en Lois y Clarke: las nuevas aventuras de Superman. Que no innovaba mucho, pero sí que muestra el periodo de cambio que supusieron los 90 en el estilismo de los superhéroes: el traje era fiel a los cómics, sí, pero muy estilizado y en los capítulos salía lo menos posible (entre otras cosas porque Lois y Clarke eran Pili y Mili en esta serie): una o dos escenas por episodio salvo ocasiones especiales.

Pero, según nos acercábamos a los 2000, comenzaban a ganar terreno el minimalismo y los pantalones de cuero. Los cómics eran esa cosa que leían los empollones, así que los rojos brillantes, los azules cobalto y los amarillo canario empezaron a mirarse con malos ojos: eran cosas de niños, no de adultos. No te podías tomar en serio a alguien que iba con semejante combinación de colores más propia de un circo. Es un sambenito que les ha costado mucho quitarse (eso si consideramos que lo han conseguido).

(Fuente: The CW)

La respuesta a las plegarias de aquellos que querían seguir contando historias de súpers vino en forma de polipiel: los vaqueros del Clark de Smallville así como los pantalones de cuero de las Aves de Presa o de Blade The Series en su competencia marvelita son clara muestra de esta tendencia. ¿Cómo llegaban sigilosamente a luchar con el villano? Pues ni idea, porque con lo que cruje la polipiel eso sí que era una hazaña casi mutante. Quedó claro: este tejido había venido para quedarse, porque aunque los colores fueron volviendo poco a poco, esa especie de complejo estilístico y de miedo al spandex no se ha terminado de ir nunca.

La década de 2010: El Arrowverso ya está aquí

(Fuente: The CW)

Como decimos, para cuando acabó Smallville ese pudor al alejarse del color vaquero o del negro ya se había perdido bastante. En las últimas temporadas del primer Clark de The CW, aunque nos siguieron escamoteando capas y vuelos con el Hombre de Acero, en lo referente al resto de los personajes los estilismos era propios de una fiesta de Halloween de una fraternidad hasta arriba de ácido. Era como una fantasía sadomasoquista llena de cuero y con todos los colores del arcoíris.

Y aunque bajando un par de tonos, la tendencia de la cadena con su Arrowverso ha ido por mantener esa línea. Arrow, The Flash, Legends of Tomorrow o Supergirl mantienen esta línea. Cuero sin mangas para enseñar bíceps, colores más bien oscuros… algo a medio camino entre el aspecto molón y que te creas que pueden dar una patada voladora sin romper el pantalón por tres sitios.

(Fuente: Disney+)

En estos años con Agentes de SHIELD o Agente Carter, Marvel, en cambio, apostaba por la practicidad. Total, le sobran agencias gubernamentales para elegir uniformes. Ropa de trabajo, que queremos la fama de serios y adultos que tienen en DC y en televisión no tenemos tan claro por dónde vamos a ir como en el cine. Esto aplica a los trajes de los superhéroes de Netflix, que, quitando Matt Murdock, que no sabíamos que tenía alma de trendsetter pero se ve que sí y recuperó su traje con cuernecitos y todo, a los demás (Jessica Jones, Luke Cage y Danny Rand) parecía que les daba cosa quitarse los vaqueros. Las excentricidades las dejaban para los habitantes de Midgard y la pantalla grande.

Los últimos años: abrazando sus orígenes

(Fuente: HBO)

Bruja Escarlata y Visión, Falcon y el Soldado de Invierno, Watchmen o Stargirl ya no se avergüenzan de su aspecto en las viñetas. Lo que antes se consideraba propio de gente inmadura y un poco rarita, ahora ya es parte de la cultura popular más general: las referencias que el público mayoritario antes iba a considerar horteras ahora se reciben con regocijo.

Cuando Wanda aparece por primera vez con su traje de Bruja Escarlata en la serie de Disney,+ de fondo casi se puede oír el ruido de miles de máquinas de coser preparando el cosplay. La máscara plateada de Watchmen recuerda a la menos brillante pero igual de inquietante que llevaba Rorschach y hace que nos recorra un escalofrío por la espalda. Los trajes de The Boys sirven –entre otras cosas- para reírse de la sexualización a la que se ha sometido a las superheroínas durante años y a la vez como testimonio de lo que nos gustan los colores brillantes y las capas. Falcon lleva unas alas rojas y blancas, que en otros años hubieran sido reducidas a un propulsor de color oscuro mucho menos divertido.

(Fuente: Disney+ /Amazon Prime Video)

Con los trajes de las nuevas producciones televisivas, tanto DC como Marvel se celebran y juegan porque volvemos a vivir en años complicados y no nos apetece ver héroes vestidos de luto, sino que queremos que nos hagan soñar. O, como en el caso de Falcon, volar.

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