Las profundidades marinas no son el hábitat idóneo del ser humano. El buceador que más se ha sumergido en la historia fue Ahmed Gamal Gabr que, con 41 años de edad, alcanzó los 332,35 metros de profundidad en el Mar Rojo en 2014. Una cifra muy lejana a los 1.000 metros que ha buceado un robot humanoide creado por un equipo investigador de la Universidad de Stanford.
Para que Gamal lograse su récord, se tardó más de medio día, ya que las profundidades no están preparadas para la supervivencia humana. El buceador bajo en solo 12 minutos, pero su ascenso duró 15 horas, puesto que tenía que realizar varias paradas de descompresión para que su cuerpo liberase el nitrógeno generado por la alta presión.
El fondo del mar es un entorno completamente desconocido para la humanidad. Pese a que lo hayamos explorado con submarinos, sigue siendo complicado sumergirse y, además, las personas que se atreven a hacerlo ponen sus vidas en peligro. Por poner un ejemplo de lo difícil que es conocer las profundidades marinas, el Titanic se hundió en 1912, pero únicamente se han localizado partes del casco de estribor y años más tarde del trágico incidente, en 1985.
Los minisubmarinos que funcionan a control remoto o los submarinos tripulados son formas de viajar a las profundidades marinas y estudiar ese lugar inexplorado de la Tierra. No obstante, las maniobras son limitadas, ya que un vehículo marino no puede realizar ciertas operaciones que un humano podría hacer con sus dos manos, por ejemplo. Ante esta situación, ha surgido la idea de un robot con forma de persona capaz de desenvolverse a 1.000 metros bajo el agua.
OceanOneK, el robot humanoide que bucea
El androide buceador tiene un tamaño ligeramente más grande que un humano medio tiene el apodo de O2K, aunque su nombre oficial es OceanOneK. Su equipo desarrollador forma parte de la Universidad de Stanford y asegura que el robot es capaz de descender hasta un kilómetro de profundidad.
La gran ventaja es que O2K es controlado desde la superficie por un operador humano, que mueve sus dos manos prénsiles y puede realizar tareas que haría una persona bajo el agua, pero sin el peligro que eso supone. Para que el humano mande comandos a la máquina, la segunda tiene dos cámaras que actúan como sus ojos que generan una visión estereoscópica en tres dimensiones, similar a la de los ojos humanos.
El operador desde la superficie se pone unas gafas 3D para ser consciente de la distancia de todo aquello que el robot vaya a coger y solo tiene que ‘acercarse’ a ello con un exoesqueleto que lleva puesto. En lugar de ser él quien coge los objetos marinos, es O2K a unos 1.000 metros de profundidad quien imita sus movimientos y realiza las operaciones que le mandan.
Según los investigadores, O2K es capaz de coger un objeto pequeño del tamaño de un reloj, meterlo en una caja y subirlo a la superficie para que lo analicen. El invento sería útil no solo para la exploración de barcos o aviones hundidos, sino también para la investigación de la biodiversidad marina y para la reparación o mantenimiento de cables o instalaciones submarinas.
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