Hablamos con Paco Úbeda, jefe de localizaciones de la producción protagonizada por Michelle Jenner y Roberto Enríquez
Llevar a la pantalla una historia de época como La cocinera de Castamar supone un gran reto en el que hay que tener en cuenta multitud de detalles, desde el vestuario a la decoración, pasando por los escenarios en los que se va a rodar. Para llevar a cabo este particular puzle es necesaria la coordinación de diferentes departamentos, en los que el conocimiento histórico y geográfico del lugar en el que se ambienta resulta crucial a la hora de alcanzar el éxito. Y aunque la vestimenta y el diseño de arte de la producción de Atresmedia nos han sorprendido gratamente, han sido los escenarios en los que se graban algunas de las escenas los que nos han impresionado más, porque no dejan de ser lugares que, en muchos casos, tenemos a nuestro alcance pero desconocemos.
El encargado de llevar la historia de Clara Belmonte y Diego de Castamar a edificios y espacios reales ha sido Paco Úbeda, que nos ha revelado que comenzó a trabajar un mes antes del comienzo del rodaje «para hacer una búsqueda previa de los escenarios naturales que podíamos encontrar en Madrid, para que aunque no tuviéramos decidido cuál podía ser el que reflejara Castamar la decoradora ya tuviera información y lo que construyera pudiera pasar por el que fuéramos a elegir». Y es que, aunque como espectadores no lo percibimos, los interiores en los que transcurren muchas de las tramas no forman parte de un palacio sino que son escenarios creados en un plató.
«Una vez construidos los escenarios», prosigue Úbeda, «me volví a incorporar a la producción para terminar de concretar los espacios a los que íbamos a ir». Lugares que «como Castamar es casi tan protagonista como sus personajes” y había que “poder conjugar eligiendo diferentes espacios y también con el plató». Porque el Castamar que vemos en la televisión no es un único lugar y el localizador le dio forma a partir de «cuatro o cinco espacios naturales».
El palacio de Don Diego
Más allá de los interiores, de los que se encargó el departamento de arte dirigido por Mercedes Canales, cuando la secuencia transcurre en el palacio de Castamar en realidad viajamos por diferentes localidades de la Comunidad de Madrid y Segovia. Esta última provincia es la primera en aparecer en la serie, cuando Don Diego monta a caballo con su mujer. Al fondo de estas imágenes «se ve un palacio rodeado de bosque, un Castamar con su finca alrededor. Ahí estamos viendo el palacio de Riofrío, en Segovia», explica Úbeda. Un palacio de estilo italiano con planta cuadrada y tres pisos de altura que se construyó a mediados del siglo XVIII y está gestionado por Patrimonio Nacional.
Si las escenas transcurren más cerca del edificio, «viendo las fachadas de Castamar, las escaleras principales y su jardín de parterre, entonces estamos en el palacio del Infante Don Luis de Boadilla del Monte», señala el jefe de localizaciones. De un estilo similar, y de la misma época, que su predecesor, su construcción fue posible gracias a la compra que el infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio, el menor de los hijos varones de Felipe V y hermano de Carlos III, hizo del señorío de Boadilla aprovechando que pasaba por dificultades económicas. Y fue Ventura Rodríguez quien se encargó de la tarea, integrando en su estructura el antiguo palacio de las Dos Torres, para dar lugar a una de las obras más importantes del neoclasicismo español.
Para hacer las veces del patio en el que transcurren muchas de las tramas de los personajes que forman parte del servicio el lugar escogido fue la Cartuja de Talamanca del Jarama. Es un emplazamiento habitual de la ficción de nuestro país, en el que se han rodado series tan dispares como Águila Roja, Amar en tiempos revueltos o El ministerio del tiempo. «Es un espacio multiusos», explica Úbeda, donde lugares como su «bodega, que es muy representativa bien atrezada, podría pasar por un espacio de cualquier época. El equipo de arte siempre tiene una gran intervención en estos sitios, que es lo que le da la magia especial o lo adecúa a la época exacta en la que transcurre la historia».
Como corresponde a los inmuebles pertenecientes a los nobles, más allá de la construcción propia del palacio «Castamar tiene una finca muy extensa, que depende de las necesidades». Y para tener cubiertos estos exteriores, que van de «un bosque muy frondoso a una zona más ajardinada», la producción se movía por diferentes espacios pero «uno a los que más acudíamos es a la Granjilla de El Escorial». Otro lugar familiar para las series españolas, en el que se han rodado El secreto de Puente Viejo, Velvet o Gran Hotel, entre otras.
Estancias Reales
El jefe de localizaciones de La cocinera de Castamar reconoce que entre sus mayores preocupaciones estaba la representación del Alcázar, «porque ya no existe». Para solventar esta ausencia en las escenas exteriores «nos centramos en buscar un jardín que podría ser del entorno, y en este caso colaboró con nosotros Patrimonio Nacional, que nos dejó grabar en la Quinta del Duque de Arco». «Es un sitio», prosigue, «situado en el Pardo, muy desconocido pero que tiene unos jardines muy chiquititos pero muy bonitos y muy bien mantenidos. Los usamos principalmente para el Alcázar, aunque también en algún otro jardín de algún noble nos escondíamos en algún rinconcito que no se identificara tanto con este jardín y lo utilizábamos para eso».
A la hora de rodar las escenas interiores de la residencia de Felipe V e Isabel de Farnesio la producción basada en el libro de Fernando J. Múñez se trasladó al centro de Madrid, más concretamente a Atocha. Porque es ahí donde se encuentra el Palacio de Fernán Núñez, que actualmente acoge la sede social de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. «Conserva un par de salas alucinantes», explica Úbeda, «muy recargadas, muy típicas de rodajes de publicidad o incluso pases de moda». «Es un sitio», reconoce, «que no te esperas que esté ahí, con lo impresionante que es».