La comunicadora ha conseguido el testimonio de Dolores Vázquez, quien no ha hablado en años del calvario que vivió
El caso Wanninkhof fue uno de los sucesos que marcaron a la sociedad española de finales de los 90 y principios de los 2000. Y no solo por el impacto de la desaparición de la joven, que era encontrada poco después asesinada con signos de violencia, sino por el juicio mediático posterior que llenó horas y horas de televisión y páginas y páginas de periódicos. Los medios y la opinión pública coincidían en una versión sobre la que no había pruebas objetivas: que Dolores Vázquez, expareja de la madre de la chica, era la autora del crimen. Ella es la protagonista de Dolores. La verdad sobre el caso Wanninkhof, una serie documental ya disponible en HBO Max pues, por primera vez en veinte años, ofrece su testimonio en primera persona y cuenta el infierno que ha vivido.
Y quien lo ha conseguido no es otra que Toñi Moreno. La comunicadora andaluza, a quien el espectador ahora asocia a formatos de entretenimiento como Viva la vida, era por entonces reportera de Andalucía Directo y siguió el caso de cerca, entablando incluso cierta amistad con Dolores Vázquez que le ha servido tanto para volver a acercarse a ella como para sentir la necesidad de volver a poner su caso sobre la mesa.
¿Por qué considerabas interesante volver al caso Wanninkhof y por qué con este enfoque?
Se cumplieron 20 años y salió en toda la prensa. El caso Wanninkhof marcó mi carrera como periodista y mi cabeza. Hablé con un Unicorn y con Xelo Montesinos y les dije: ‘Vamos a hacer el documental con Loli, que es la que falta’. Porque aquí ha hablado todo el mundo durante muchos años, pero no conocemos al personaje del que más se ha escrito, del que más se ha hablado y que la gente no sabe realmente cómo es esta señora. Entonces, me puse en contacto. Yo pensé que no iba a tener mucho éxito porque hacía 13 años que no hablaba con ella. Fui a verla a Betanzos, fui con Víctor García, el otro productor ejecutivo, nos sentamos con ella y le dije: ‘Mira, Loli, yo quiero hacer esto. Si lo haces es para que hablemos sin tapujos, sin que me pongas vetos a ninguna pregunta, contando la realidad a lo que te ha pasado porque hay generaciones, las de ahora, que no saben de tu caso y para que no vuelva a pasar’. Me dijo que sí y nos pusimos a ello.
¿Así de fácil?, ¿te dio el «sí» enseguida?
No, hombre, no. Tardó muchísimo. Fui a verla, luego la llamé por teléfono… Yo con ella tengo cierta confianza. Me decía: ‘Mira, yo hablo del caso, pero de mi vida privada no, porque mi vida privada es mía’. Y yo decía: ‘Bueno, tu vida privada era el móvil del caso, hay que hablar de todo, Loli’. Para quedarnos a medias, no. Y al final, la convencimos.
Hace veinte años cualquiera la reconocía por la calle, ahora que ha recuperado un poco de su anonimato, que la gente joven no la conoce, ¿tenía miedo de que volviese su imagen a la televisión?
Ella lo que tenía era un rechazo absoluto a la prensa y a las cámaras de televisión. No sabía ni siquiera cómo se iba a sentir cuando se sentara delante de un objetivo e incluso me dijo: ‘Igual me levanto y me voy’. Ha desarrollado una fobia porque cuando la detienen hay 20 objetivos, flashes… Para ella su condena también fue la imagen que nosotros trazamos de ella a través de los testimonios que nos llegaban. Y no es que nos culpe de lo que ha pasado, pero nos atribuye parte de la responsabilidad. Pero aunque en principio no tenía muchas ganas de prensa, yo estoy muy contenta porque yo creo que se sienta siendo Dolores Vázquez, que es un nombre con el que no se siente identificada, se va relajando y acaba siendo Loli.
¿Le ha ayudado a cerrar la herida en cierta forma?
Yo estoy muy contenta y creo que ella también, que ha sido una catarsis enfrentarse a todo, enfrentarse a imágenes, enfrentarse a lo que se habló de ella, enfrentarse a contarlo… Tengo fe en que después de esto pueda tener otra vida porque es verdad que yo me he encontrado a una mujer anclada en el año 2000, que es cuando la detienen. Se quedó ahí; no ha tenido vida, no ha tenido trabajo, no ha tenido parejas y yo creo que este documental a ella le ha servido para salir al mundo, a la calle, contar su verdad, sentirse bien. Espero que ahora empiece a vivir.
¿Confías en que, al hablar más del caso, se reabra el debate sobre el perdón público?
El caso está cerrado, cerradísimo. Ella ya no tiene que demostrar nada porque hay un asesino que está en la cárcel cumpliendo la pena, pero sí que le gustaría que la gente joven la conociera y supiera lo que pasó. Los que están estudiando derecho, los que están estudiando periodismo, por ejemplo. Y sí que le gustaría un perdón público de mucha gente que le hizo mucho daño. Pero cuando ya no se ha producido, ella no espera mucho. Solicitó una indemnización que no se la ha dado, solicitó un perdón que no se le ha dado. No espera nada, pero si ocurriera está muy bien porque se lo debemos.
¿Cómo planteáis la narración del caso en este formato de serie documental?
Noe Redondo es la directora y tiene un coco privilegiado. Yo soy más pasional, así que hemos hecho un matrimonio maravilloso. Somos un equipo básicamente de tías que nos hemos entendido muy bien. Yo viví en su momento la época de Loli cuando está en prisión, cuando la sacan… He podido aportar todo lo que sabía del caso. Luego, lo que queríamos era que se supiera la verdad: por qué la condenan, cuáles son las supuestas pruebas -que son indicios y no pruebas-, qué papel jugó la prensa, qué papel jugaron los jueces, qué papel jugó el jurado… Hemos intentado hacer un trabajo serio. Bueno, no lo hemos intentado, lo hemos hecho.
‘Dolores. La verdad sobre el caso Wanninkhof’ está disponible en HBO Max.